Olibaeza: El aceite como forma de vida

Cuando en nuestra tierra se habla de aceite de oliva, se está nombrando mucho más, estamos ante lo que seguro es un sentimiento, una pasión, o incluso una forma de entender la vida.

No se trata de un producto, ni tampoco de un aditivo o un alimento, o al menos no se trata sólo de eso, cuando en nuestra tierra se habla de aceite de oliva, se está nombrando mucho más, estamos ante lo que seguro es un sentimiento, una pasión, o incluso una forma de entender la vida. Y es que desde tiempos inmemoriales, nuestra tierra va tan ligada al aceite de oliva, que ya no basta contemplar los tan mentados mares de olivos para hablar de ella, ni apreciar lo que de ella escribieron nombres tan renombrados o describir con tan solo una mirada lo que supone ser de esta tierra, nuestra tierra, ese terruño que llamamos Baeza, pero que a buen seguro tendría mil nombres si a cada uno nos dejaran así denominarla.

Y es que años han pasado ya desde que aquellos locos de mitad de los años 40 del pasado siglo, fundaron lo que hoy es la SCA El Alcázar, embarcándose en una travesía que a día de hoy continúa en el tiempo, si bien engrandecida en tamaño y en orgullo por todos los que hoy forman parte de ella. La “cooperativa grande”, como se le llama coloquialmente, y bien puesto ese sobrenombre porque que a día de hoy, casi dos mil familias de nuestra ciudad están relacionadas de una u otra forma con este proyecto, que cada campaña recoge una cantidad de aceituna cercana a treinta y cinco millones de kilos en términos de media anual.


Pero eso son cifras, fríos números que no pueden ni deben ocultar lo que hay detrás de cada una de las personas que forman, han formado o formarán parte de esta gran familia que tiene el aceite de oliva de nuestra tierra, no ya como forma de subsistencia, sino como centro de su propia existencia, y que de padres a hijos ha ido forjando un nombre y una historia que hoy día forma parte de la provincia, y escribe su nombre con letras de oro allá donde lleva una representación de una manera o de otra.

Olibaeza, nuestra marca señera y distinguidora de tantas y tantas cosas. Olibaeza, que cada momento significa prestigio y calidad en el fruto, en el producto y en la forma de mostrarlo, Olibaeza, orgullo de quien se ve reflejado en tan viva historia, puesto que lleva el nombre de la tierra que la vio nacer por esos escenarios gastronómicos que hoy día están tan de moda. Vayas donde vayas, sea tierra lejana o cercana, de mayor o menor renombre, Olibaeza es símbolo de calidad y buen hacer, y además así se reconoce en este mundo empresarial, en ocasiones tan falto de humanismo.

Y es que quién le iba a decir a aquellos fundadores lo que hoy en día supone la producción de aceite de oliva en el mundo. El tan nombrado AOVE, que Olibaeza ha sabido llevar a su esencia más elevada, es reflejo de mucho más que un proceso productivo. Aquellos que pusieron su sabiduría y su trabajo al servicio de esta villa agrícola, nunca imaginaron lo que iba a existir detrás de todo aquello. Reconocimientos y premios a lo largo de todo el mundo, unos aceites que rayan lo sublime en sus diferentes calidades, y siempre llevando la palabra Picual como bandera, porque picual es nuestro aceite, el aceite de Jaén, y que gracias a la colaboración institucional y al trabajo de muchos agricultores, sabe estar a la altura en todo momento.

Olibaeza, con todo lo que lleva consigo… aquel que lea estas líneas ha de saber que el camino no ha sido fácil, que existen muchas piedras que han de ser retiradas de la senda pero que al final siempre merece la pena. Una vez me hablaron de las lágrimas de los Dioses, y así creo que hemos de identificar a nuestro magnífico aceite, como el elixir que provoca esas lágrimas porque hasta los dioses lo deben reconocer. Se habla mucho de dieta mediterránea, de nutrición, de gastronomía en su más amplio sentido del término, pues bien, en cada foro, en cada conversación o en cada texto acerca de estos temas, Olibaeza, y todo el AOVE en general, ha de tener un lugar preferente.

Nunca olvidemos a los que lo hicieron y hoy lo hacen posible, porque el orgullo de una marca ha de permanecer en sus productos, pero también en su historia, historia que bien pudiera ser descrita como anteriormente dije, como la historia de las lágrimas de los Dioses.